(Variaciones sobre un verso del cantante Quevedo)
Quédate, que la noche sin ti duele
y en el barullo de la discoteca
solo percibo, con helada mueca,
la turba fantasmal que me repele.
Quédate, sí: que el mundo no cancele
tus ojos, flores en la duna seca,
ya que mi sed amarga solo peca
deseando que el vodka me consuele.
Quédate, mi espejismo fulgurante,
y así, cuando la música nos una,
cabalgaremos en arcana rueda.
Quédate y ven a mí, fugaz amante,
ya que nos trae la pesada luna,
sobre el asfalto, su intangible seda.
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