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miércoles, 12 de mayo de 2021

Ciudad de paz

Jehová, Dios y Alá caen aplastados bajo el primer plan quinquenal de la Unión Soviética. Portada del número 22 de la revista soviética Bezbozhnik (El ateo).

Tiene mucha sorna que Jerusalén, etimológicamente, signifique “ciudad de paz” en hebreo antiguo. Parece una cruel broma de ese aciago demiurgo denominado Yavé, de cuya afición al humor negro da sobrado testimonio la tragedia monumental de la historia humana. Si el tal Yavé existiera, como dice Mijaíl Bakunin, habría que matarlo, pero si lleva muerto desde el origen de los tiempos, como sospechamos algunos, convendría llamar a los funcionarios de algún registro civil para que certifiquen su deceso, antes de que la humanidad entera sea aniquilada en su santo nombre. Ni siquiera los tres maestros de la sospecha (Karl Marx, Friedrich Nietzsche y Sigmund Freud) han podido convencer de esta realidad a un mundo sediento de mitos, aunque el primero afirmara que la religión es el opio del pueblo, el segundo proclamara sin disimulo que Dios ha muerto y el tercero lo definiera como una proyección de la figura del padre. No olvidemos que dos miembros de este gran triunvirato del pensamiento (Marx y Freud) eran judíos. Si fueran más leídos en Israel, quizás otro gallo le cantaría a su pueblo.

Mientras, olvidados en alguna fosa común del siglo primero, los huesos de otro insigne judío, el pobre Jesús de Nazaret, deben de estremecerse con los misiles israelíes, disparados como luciérnagas macabras en la noche. “El pueblo de Israel vive” (“Am Israel jai”), cantan los soldados hebreos con entusiasmo, pero no puede haber dignidad ni respeto cuando vive a costa de la muerte de sus vecinos, en una locura nacionalista y religiosa que ha volado todos los puentes imaginables para el diálogo con el otro. Subidos al caballo galopante de la sinrazón, los fanáticos sionistas invocan mitos desmentidos por la ciencia histórica moderna, como el cautiverio de los israelitas en Egipto y su larga marcha por el desierto, para sentar las bases ideológicas de una política imperialista basada en el hostigamiento y la aniquilación de los palestinos. Incluso instrumentalizan el sufrimiento de las víctimas del Holocausto y de otras persecuciones históricas del pueblo judío para conseguir inmunidad a las críticas, afirmando que la oposición a las ofensivas israelíes constituye el “nuevo antisemitismo”.

Aunque Israel se presente a los ojos del mundo como un Estado de Derecho, se trata de un sistema político en el que una parte de la población domina el aparato estatal, por su condición de “pueblo elegido”, mientras los demás reciben un trato de ciudadanos de segunda clase, cuando no sufren todo género de violaciones contra los derechos humanos y crímenes de guerra. De hecho, los actuales líderes políticos de Israel se empeñan en definirlo como un “Estado judío creado para los judíos”, relegando a sus márgenes a todos los que no pertenecen a este grupo humano. Imagínense lo que sucedería, por ejemplo, si ahora España se definiera como un “Estado castellano”, creado para gloria y beneficio de los pobladores de Madrid y las dos Castillas, y convirtiera a los habitantes de las regiones periféricas en ciudadanos de segunda clase, sometiéndolos a continuas humillaciones y abusos. En su día ya lo consiguió la dictadura de Franco, gobernando todo el país con un centralismo anacrónico, basado en la represión y el miedo. Hoy por hoy, la Unión Europea rechazaría semejante modelo político, incluso a pesar de que la extrema derecha nos venga pisando los talones.

Por otro lado, si el tirano gallego de voz aflautada impuso el nacionalcatolicismo en la ibérica piel de toro, ahora el primer ministro Benjamin Netanyahu (cuyo apellido significa, muy oportunamente, “don de Dios” en hebreo) quiere imponer el nacionaljudaísmo en su tierra prometida. Los defensores de Netanyahu alegarán que Israel, a diferencia del régimen franquista, es una democracia madura porque tiene elecciones cada cuatro años, pero toda persona bien formada sabe que la democracia no se limita a dejar caer los votos en las urnas. Este discurso nacionalista no se compadece con la realidad histórica del pueblo judío. Ningún dios ha firmado una alianza con este pueblo, así como la mayoría de los hebreos israelíes guarda pocos vínculos de sangre con sus ancestros más remotos. Los casi dos milenios de la diáspora, desde el año 70 hasta 1889, cuando se instalaron los primeros inmigrantes sionistas en Israel, permitieron un fabuloso mestizaje que explica la presencia histórica de judíos en países tan dispares como Polonia, Etiopía, China o la India. Sin embargo, los fanáticos sionistas prefieren olvidarse de la historia mientras aplauden los bombardeos. El pensamiento mágico nos lleva a la catástrofe sin paliativos.

jueves, 6 de mayo de 2021

Diatriba contra Madrid

El famoso toro de Osborne. Fuente: La Razón

Pobre Madrid confuso,
con ridícula y vana chulería,
tú votas a la Ayuso,
la dirigente de la hipocresía,
la descarada reina del abuso;
pues en vez del Estado
prefieres la macabra lotería
del virus liberal, descontrolado.
¿Quieres morirte solo, contagiado,
como indefensa rata,
mientras llora sus póstumos dolores
tu madrileño corazón de lata?

Si te faltaran los respiradores,
ya no te faltarán escapularios
ni buenos empresarios,
envueltos en sus trajes de banqueros
como lobos en pieles de corderos.
Madrid, laboratorio
del gran capitalismo,
con hechuras de plácido mortuorio,
goza tu libertad imaginada
tan solo para hundirte en el abismo
del frío sanatorio,
del que irás a la tumba desolada.

Siempre libre estarás de comunismo
si tienen rojigualdas tus balcones
y el chamuscado pollo del franquismo,
levantando pasiones,
presume de su régimen sangriento.
Madrid oscuro, cueva de ladrones,
aunque mueras hambriento,
delgado y harapiento,
saldrás emborrachándote de cañas
en el nombre de todas las Españas,
para luego caerte del espanto,
pues finges alegrías,
labrando la penuria de tus días
con risa que será profundo llanto.