(Homenaje a Maurice Ravel)
Una barca de música, liviana,
flota sobre el océano canoro,
como vacío cofre del tesoro
que lega su riqueza a la mañana.
Cobra la forma de ilusión arcana
que Ravel, con suavísimo decoro,
teje en hilo sutil de espuma y oro
que la mano del músico devana.
Si las cadencias de la bruma tienden
arpegios de mareas en el viento,
finos cabellos de nereida pura,
las olas, bajo tenue sol, esplenden
y sobre el piano, líquido instrumento,
se marca su infinita singladura.
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miércoles, 14 de junio de 2023
lunes, 12 de junio de 2023
La barcaccia
(A John Keats)
Al pie de la inmortal escalinata
y a la sombra de iglesias y palacios,
la fuente, como nave hecha de plata,
susurra su canción a los espacios
de la noche, soñando con auroras,
y en su calmado flujo se relata
la inquietud y el anhelo de tus horas.
Lejos queda la noche de neones,
Al pie de la inmortal escalinata
y a la sombra de iglesias y palacios,
la fuente, como nave hecha de plata,
susurra su canción a los espacios
de la noche, soñando con auroras,
y en su calmado flujo se relata
la inquietud y el anhelo de tus horas.
Lejos queda la noche de neones,
bares y discotecas;
hay otra noche, más hermosa y pura,
la que va confesando sus canciones
a mis pupilas frías y resecas
en esta larga soledad oscura.
Cónsules, presidentes y togados,
cardenales, pontífices, monarcas
e ilustres de variada procedencia
llenan Roma de túmulos dorados,
pero tu fuente, reina de las barcas,
inmortaliza tu genial presencia,
pues en el canto líquido murmuras
y más que todos ellos hoy perduras.
Hoy, anhelante siempre, siempre joven,
la noche impide que los años roben
a los años el oro
de tu imaginación arrebatada,
que guardas, como fúlgido tesoro,
con letras inmortales condensada.
¿Puedes hablarnos, corazón canoro,
de qué valen pesados monumentos
y que el mármol oprima
la tierra con sillares o cimientos,
hay otra noche, más hermosa y pura,
la que va confesando sus canciones
a mis pupilas frías y resecas
en esta larga soledad oscura.
Cónsules, presidentes y togados,
cardenales, pontífices, monarcas
e ilustres de variada procedencia
llenan Roma de túmulos dorados,
pero tu fuente, reina de las barcas,
inmortaliza tu genial presencia,
pues en el canto líquido murmuras
y más que todos ellos hoy perduras.
Hoy, anhelante siempre, siempre joven,
la noche impide que los años roben
a los años el oro
de tu imaginación arrebatada,
que guardas, como fúlgido tesoro,
con letras inmortales condensada.
¿Puedes hablarnos, corazón canoro,
de qué valen pesados monumentos
y que el mármol oprima
la tierra con sillares o cimientos,
cuando no los anima
con ágiles acentos
la forma del espíritu errabundo?
Tu luminosa habitación de Roma
dio cabida a tus últimos alientos,
ruiseñor imposible de este mundo
que en soledad asoma,
gran alondra maestra de los vientos.
Solo tu juventud entristecía
la tisis, como fúnebre carcoma,
presagio de la muerte más umbría.
Pero, sin más preámbulos, ocioso
de infatigable empeño,
bajo la noche pálida te sueño,
John Keats, y tu silencio misterioso
deviene poesía,
cuando la fuente, siempre delicada,
rememora a la tersa madrugada,
con leve melodía,
que, si en el agua se escribió tu nombre,
manda tu diosa, la melancolía,
que su música asombre
y estremezca a la muerte,
desatando sus lágrimas al verte.
Pues al fin, aunque todo sea ruina
y el trabajo del mundo se derroche,
tu palabra de forma cristalina
resonará de noche,
como fuente de virgen alabastro,
con la sombra magnífica de un astro.
La belleza es verdad y viceversa,
como luz en la atmósfera dispersa,
y en la noche, buscando solo un rastro
de su tenue fragancia,
mi deseo se pierde en la distancia.
con ágiles acentos
la forma del espíritu errabundo?
Tu luminosa habitación de Roma
dio cabida a tus últimos alientos,
ruiseñor imposible de este mundo
que en soledad asoma,
gran alondra maestra de los vientos.
Solo tu juventud entristecía
la tisis, como fúnebre carcoma,
presagio de la muerte más umbría.
Pero, sin más preámbulos, ocioso
de infatigable empeño,
bajo la noche pálida te sueño,
John Keats, y tu silencio misterioso
deviene poesía,
cuando la fuente, siempre delicada,
rememora a la tersa madrugada,
con leve melodía,
que, si en el agua se escribió tu nombre,
manda tu diosa, la melancolía,
que su música asombre
y estremezca a la muerte,
desatando sus lágrimas al verte.
Pues al fin, aunque todo sea ruina
y el trabajo del mundo se derroche,
tu palabra de forma cristalina
resonará de noche,
como fuente de virgen alabastro,
con la sombra magnífica de un astro.
La belleza es verdad y viceversa,
como luz en la atmósfera dispersa,
y en la noche, buscando solo un rastro
de su tenue fragancia,
mi deseo se pierde en la distancia.
viernes, 2 de junio de 2023
Plegaria yolandista
(Oración laica a Yolanda Díaz, ante la derrota de la izquierda en las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo de 2023 y la inminencia de las elecciones generales del 23 de julio del mismo año)
todo un país que necesita moly,
que vota a Circe, como buen panoli,
queriendo suerte mísera y estrecha,
para que no se imponga la derecha,
sálvanos hoy del infortunio, Yoli.
Si España pide, loca desatada,
látigos de banquero, juez y poli,
traza amapolas cárdenas a boli,
despreciando la noche encarnizada:
con la suma a la izquierda conjurada,
sálvanos hoy del infortunio, Yoli.
Cuando gritan los fachas en polaco
y apestan a guisote de ravioli,
que la izquierda presume de finoli
mientras echa su afán a roto saco,
solo tú, la discípula de Graco,
sálvanos hoy del infortunio, Yoli.
jueves, 1 de junio de 2023
Descreimiento
Ha mucho que me siento descreído,
sin fe real en Dios o los humanos:
todos han roto mi confianza, vanos,
para dejarme solo y abatido.
Todas mis ilusiones han caído
con furia, desgarrándome las manos,
y a mis gritos impuros y lejanos
el santo cielo ni tembló, dormido.
Y ahora sobrevivo como puedo,
cínicamente, falto de ilusiones,
huyendo la catástrofe y el miedo.
Soy mercenario de mi propia vida,
pues logro, con ilógicas razones,
que demore la muerte su venida.
sin fe real en Dios o los humanos:
todos han roto mi confianza, vanos,
para dejarme solo y abatido.
Todas mis ilusiones han caído
con furia, desgarrándome las manos,
y a mis gritos impuros y lejanos
el santo cielo ni tembló, dormido.
Y ahora sobrevivo como puedo,
cínicamente, falto de ilusiones,
huyendo la catástrofe y el miedo.
Soy mercenario de mi propia vida,
pues logro, con ilógicas razones,
que demore la muerte su venida.
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