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viernes, 13 de noviembre de 2020

Negocios metafísicos

El alquimista en su estudio. Aguafuerte de Rembrandt (1652). Fuente: Wikipedia

Dios, el indiferente, nunca me da su apoyo,
que no se duele nunca del vivo ni del muerto:
sus mártires padecen hasta que van al hoyo,
caídos, entre sombras, en un páramo incierto.

Satanás me convida con fortuna y placeres,
a cambio de entregarle mi espíritu arrasado,
mientras Dios me pregona, como los mercaderes,
las caducas ofertas de su viejo mercado.

Pero, si no tenemos alma, sino materia,
los átomos veloces que la muerte diluye,
¿qué me importa venderme, si escapo de miseria,
con volutas del humo que la brisa destruye?

Que Satanás desfile con su dulce cortejo
de putas vanidosas y tiernos pecadores:
Dios no puede brindarme su cálido festejo,
sino tenues promesas e inútiles horrores.

En fin, si lo tuviera, mi espíritu sería
como turbio destello de lámpara cansada:
¡si lo quisiera alguno, pronto me desharía
de su gran espejismo, de su trémula nada!

Y con este negocio, con salvaje descaro,
saltaré la penosa mentira del infierno,
¡riéndome del pobre Satanás, el avaro,
como del traficante de sombras, el Eterno!

jueves, 12 de noviembre de 2020

Antiplegaria (II)

Portada de la revista soviética Bezbozhnik (El ateo).

¿Tú dices que me amas, Dios? ¿Y qué requisitos
me impones? Ofreciendo paraísos arcanos,
pretendes alejarme de los gustos humanos,
con fábulas piadosas de santos y malditos.

Ahórrate los juegos de sombras: no consumo
tus frágiles apuestas de cielos imposibles,
porque solo deseo paraísos tangibles
y nada me interesan las rebajas del humo.

Tal vez adquieran otros una ilusión gastada:
vende tus baratijas a la cósmica nada,
como chamarilero de las constelaciones.

Cuando quede tu gloria desierta, desolada,
regalarás boletos, con la mano cansada,
para su frío parque de grandes atracciones.

lunes, 9 de noviembre de 2020

Dibelunga

La yegua Dibelunga, adquirida por Juan Carlos de Borbón para la infanta Elena y su hija Victoria Federica. Fuente: Facebook

(Ripios para una yegua borbónica, comprada con dineros de dudosa procedencia)

Ya tu imagen oscura
de blanqueada yegua, que no blanca,
llora su desventura,
pagada con los dólares de Juanca.

No temas: los Borbones,
un día, quedarán defenestrados,
como torpes ladrones,
y correrás a solas en los prados,

sin hípicas absurdas,
enseñadas con látigo y espuela,
ni pretensiones burdas,
paridas en establos de Zarzuela.

Dale coces a Juanca
si retorna a sus lares con sordina,
y así, batiendo un anca,
gana trofeos de inmortal equina,

dignos de Rocinante,
mejores que Bucéfalo y Pegaso,
y en furia galopante
destruye monarquías a tu paso.

Yegua republicana,
salta muros, desbócate sin miedo,
cuando pises, ufana,
la tumba del aciago Recaredo.

Libéranos de tantos
gorrones de las arcas oficiales:
no queremos ni santos
ni turbas de parásitos reales.