Bajo la noche plácida y segura,
descansas tu negrísimo pelaje
sobre la tersa cama,
cuya sábana cubre tu hermosura
de pliegues de su cálido ropaje.
Lo que la humanidad aplaude y ama,
con su feria de loca desmesura,
me parece basura
si estás al cabo, grácil y durmiente,
respirando la forma del presente
sin la memoria del antaño duro,
sin las incertidumbres del futuro.
Y así no quiero nada, perro mío,
sino que duermas hoy a mi costado,
salvándome del frío
con alegre tibieza,
pues el género humano, desdichado,
carece de tu incólume nobleza.