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martes, 29 de junio de 2021

Más vale rojo que muerto

Cartel de propaganda antirreligiosa de la Unión Soviética (sin fecha conocida). Fuente: The Guardian

No me gustan los delirios
de hebreos o de cristianos,
o de los mahometanos,
que celebran sus martirios
con bailes, cantos y cirios:
los tres hijos de Abrahán,
aquel devoto gañán,
se matan dándose palos
y se descubren tan malos
como siervos de Satán.

Yo prefiero mi ateísmo
con la razón y la ciencia,
que me dan su inteligencia,
martillo del fanatismo,
y un poco de comunismo.
Yo prefiero que el desierto
se torne jardín o huerto
sobre el páramo infecundo:
si lucho por este mundo,
más vale rojo que muerto.

El monte

Luna llena sobre Santa Cruz de Tenerife. Foto: Ramiro Rosón

La ladera se curva con su falda
como gran elefante que dormita;
sobre su tenebrosa, gran espalda,
la noche, con sus lágrimas, levita.

Abajo, en el océano, se encumbra
la forma del grandioso plenilunio,
y en resplandores cósmicos alumbra
la negra humanidad en su infortunio.

Un viento fresco llega de la cumbre
y acaricia las próvidas higueras;
entre farolas de cansada lumbre,
sacude las antiguas papeleras.

Miro de cerca las ardientes osas,
la pequeña y la grande; prevalecen
entre miles de luces misteriosas
que surgen, se replican y fallecen.

Los grillos, que simulan estaciones
de radio, van tejiendo, como un hilo
musical, sus monótonas canciones
en la sombra que duerme con sigilo.

Si Leopardi tuvo su colina,
que le impedía ver el horizonte,
yo me pregunto, cuando un sol termina,
sobre la cuesta del humilde monte,

qué me esconde el océano infinito,
bajo su piel de espuma interminable,
y en la quietud lejana solicito
su respuesta, su música inefable.

jueves, 17 de junio de 2021

Costumbre

El Sol (carta de una antigua baraja de tarot italiano). Fuente: Pinterest

Yo dudo que el océano grandioso,
con sulfúrica lava, se corrompa:
ningún arcángel o divina trompa
me llamarán al juicio temeroso.

Me confío del mundo voluptuoso,
como discurre la indefensa pompa
de jabón, descuidando que se rompa
su cristal en el aire proceloso.

No quiero nada más. Que el monje crea:
lo mortal es mi sola certidumbre.
Descreído, mi espíritu desea

solo un baño de sol, continua lumbre
del paraíso donde se recrea,
sin que jamás olvide su costumbre.