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martes, 13 de septiembre de 2022

Pompa y circunstancia

Nuevas monedas de libra con la efigie del nuevo rey Carlos III de Inglaterra. Fuente: The Sun

(En la coronación de Carlos III de Inglaterra, quien se hizo famoso por galantear a su actual esposa, Camila, escribiéndole que deseaba convertirse en su támpax)


Un támpax orejudo llega al trono
de la pérfida Albión, graciosamente,
y en su gesto de inútil insolente
reclama siervos con senil encono.

Lo visten ya de coronado mono,
para ilusión de la britana gente,
y envuelven su figura decadente
los oropeles de real patrono.

Va con él su Camila, tan ufana
que dice para sí: “¡Jódete, Diana!
¡Yo soy ahora lo que nunca fuiste!”

Y ese támpax murmura: “¡Qué desgana!
Tras una vida tonta y holgazana,
currando moriré... Madre, ¿qué hiciste?”

Plumeria

Flores de plumeria. Foto: Ramiro Rosón

Sobre el jardín asoma delicada plumeria,
que eleva su figura de copa majestuosa,
luciendo sus penachos vegetales, airosa,
como infanta de gala, tan dulce como seria.

Sus flores, nieve y oro de volante materia,
cargan aire salino de costa luminosa,
con aroma agridulce de selva generosa
donde no se conoce fatiga ni miseria.

La noche más arcana mejora su perfume,
que en la sombra se torna pesado, voluptuoso,
como si proviniese de lágrimas de estrellas,

y, si al fin del verano su imperio se consume,
van cayendo sus flores, con el gesto grandioso
que describen, muriendo, las trágicas doncellas.

martes, 6 de septiembre de 2022

Melancolía

Melancolía I (1514). Grabado de Alberto Durero. Fuente: Wikipedia

¿Nunca me dejarás, melancolía,
ni tarde ni temprano, sin la carga
que mis alados ímpetus embarga,
para darme la insólita alegría?

¿Quieres matarme con alevosía?
Mi fin será tu muerte, diosa amarga.
Pasemos juntos una vida larga,
casando tu fortuna con la mía.

Viste ropas de luto más ligeras,
para que me resulten llevaderas,
y en mí tendrás pacífica morada.

Si el veneno, tomado con mesura,
no pocas veces al enfermo cura,
ven a mí con la dosis acertada.

El alquimista

El alquimista descubriendo el fósforo (1797).
Óleo sobre lienzo de Joseph Wright. Fuente: Wikipedia

Yo persigo, con celo sigiloso,
más allá de este mundo y su tumulto,
soles envueltos en lo tenebroso,
lo más oculto de lo más oculto.

La verdad, afilada como sable,
siempre se dice con idioma arcano,
pues al mundo resulta insoportable
su destello, su fuego sobrehumano.

Y así, como tesoro del subsuelo
queda a salvo de necios y ladrones,
en la sombra su tácito desvelo
cuida la rosa fresca de sus dones.

Como las grutas hacen de refugios
al peregrino de cansadas huellas,
la verdad, sin apenas artilugios,
formula su gramática de estrellas.

Según refiere el arte en sus compendios,
el cuervo muta a cisne, con decoro,
y a rojo fénix, a través de incendios
que luego tornan su plumaje en oro.

Mis años de trabajo son apuntes
en los que se prepara la gran obra,
como pasos de leves transeúntes
en la memoria que mi afán recobra.

No importa si fracaso: de seguro,
mis páginas verán conocedores
que, leyendo su luz en el futuro,
seguirán sus herméticas labores.

Aunque vaya mutando, soy el mismo
cuando resurjo, misteriosamente,
y en espiral que surge del abismo
soy el caño que nace de su fuente.