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martes, 6 de septiembre de 2022

El alquimista

El alquimista descubriendo el fósforo (1797).
Óleo sobre lienzo de Joseph Wright. Fuente: Wikipedia

Yo persigo, con celo sigiloso,
más allá de este mundo y su tumulto,
soles envueltos en lo tenebroso,
lo más oculto de lo más oculto.

La verdad, afilada como sable,
siempre se dice con idioma arcano,
pues al mundo resulta insoportable
su destello, su fuego sobrehumano.

Y así, como tesoro del subsuelo
queda a salvo de necios y ladrones,
en la sombra su tácito desvelo
cuida la rosa fresca de sus dones.

Como las grutas hacen de refugios
al peregrino de cansadas huellas,
la verdad, sin apenas artilugios,
formula su gramática de estrellas.

Según refiere el arte en sus compendios,
el cuervo muta a cisne, con decoro,
y a rojo fénix, a través de incendios
que luego tornan su plumaje en oro.

Mis años de trabajo son apuntes
en los que se prepara la gran obra,
como pasos de leves transeúntes
en la memoria que mi afán recobra.

No importa si fracaso: de seguro,
mis páginas verán conocedores
que, leyendo su luz en el futuro,
seguirán sus herméticas labores.

Aunque vaya mutando, soy el mismo
cuando resurjo, misteriosamente,
y en espiral que surge del abismo
soy el caño que nace de su fuente.

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