(Homenaje a Maurice Ravel)
Una barca de música, liviana,
flota sobre el océano canoro,
como vacío cofre del tesoro
que lega su riqueza a la mañana.
Cobra la forma de ilusión arcana
que Ravel, con suavísimo decoro,
teje en hilo sutil de espuma y oro
que la mano del músico devana.
Si las cadencias de la bruma tienden
arpegios de mareas en el viento,
finos cabellos de nereida pura,
las olas, bajo tenue sol, esplenden
y sobre el piano, líquido instrumento,
se marca su infinita singladura.
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