Si alguno pide que lo nombren “elle”,
gritan los defensores de la norma:
“¡La gramática limpia se deforma!
¿Dejaremos que el mundo la atropelle?”
No impidan que ese término descuelle:
si queda fuera de su inútil horma,
que el género se ensanche de esta forma,
sin que ningún letrado se querelle.
Permítanle que sea no binarie:
que gane la razón a la barbarie,
mientras aúlle el machirulo hispano,
pues, al fin, la gramática no importa
si la palabra se nos queda corta
nombrando las variantes de lo humano.
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