y, como dan la mano, se dan coces,
armados con bolígrafos atroces
a falta de pistolas y de espadas.
Conversan a temibles puñaladas
y son, apaleándose con roces,
plumíferos implumes cuyas voces
aterran a las aves emplumadas.
Habrá, seguro, quien el santo cielo
se gane, soportando su revuelo
como necio combate de gallinas.
De tan viles, gritones y enojosos,
de tan fieros, altivos y ruidosos,
ni Satán los admite en sus cocinas.
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