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martes, 7 de diciembre de 2021

Sol de invierno

Muelle La Esfinge (Las Palmas de Gran Canaria). Foto: Ramiro Rosón

Cuando la sombra del invierno pasa
y elefantes de plomo, con sigilo,
cubren el ancho cielo con su masa
y el viento duele con su helado filo,

me pesa mi nostalgia del verano,
de sus eternos días, fulgurantes,
y sus noches de júbilo profano,
de copas y de juegos con amantes.

Y digo, para mí, que ni siquiera
conozco si el indómito deseo,
vistiendo su lejana primavera,
remontará del Hades como Orfeo.

Sobre playas envueltas en el frío,
donde golpean turbias marejadas,
responden a mi cántico baldío
los ecos de gaviotas desoladas.

Pero si un sol de invierno, solitario,
pinta azul en altura y oleaje,
me convierte en libérrimo canario
que sacude y entibia su plumaje,

cargado con celestes energías,
cuando toca su fuego las ventanas
de cavernas platónicas, umbrías,
en las torres y cúpulas urbanas,

pues esa luz, inmaterial tesoro
que buscan los humanos en sus grutas,
baña mi cuerpo frágil con el oro
cadente de mis alas diminutas.

Y en este sol de invierno me parece
que el verano despierta de su lecho,
clamando su retorno, y estremece
la habitación oscura de mi pecho.

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