Vistas de página en total

miércoles, 30 de octubre de 2024

Los sepulcros (una traducción de Ugo Foscolo)

Retrato de Ugo Foscolo. Óleo sobre lienzo de Natale Schiavoni.
Galleria d'Arte Moderna (Florencia).


Dei Sepolcri


(A Ippolito Pindemonte)


Parte I


All’ombra de’ cipressi e dentro l’urne
Confortate di pianto è forse il sonno
Della morte men duro? Ove più il Sole
Per me alla terra non fecondi questa
Bella d’erbe famiglia e d’animali,
E quando vaghe di lusinghe innanzi
A me non danzeran l’ore future,
Nè da te, dolce amico, udrò più il verso
E la mesta armonia che lo governa,
Nè più nel cor mi parlerà lo spirto
Delle vergini Muse e dell’Amore,
Unico spirto a mia vita raminga,
Qual fia ristoro a’ dì perduti un sasso
Che distingua le mie dalle infinite
Ossa che in terra e in mar semina morte?
Vero è ben, Pindemonte! Anche la Speme,
Ultima Dea, fugge i sepolcri; e involve
Tutte cose l’obblio nella sua notte;
E una forza operosa le affatica
Di moto in moto; e l’uomo e le sue tombe
E l’estreme sembianze e le reliquie
Della terra e del ciel traveste il tempo.
Ma perchè pria del tempo a sè il mortale
Invidierà l’illusion che spento
Pur lo sofferma al limitar di Dite?
Non vive ei forse anche sotterra, quando
Gli sarà muta l’armonia del giorno,
Se può destarla con soavi cure
Nella mente de’ suoi? Celeste è questa
Corrispondenza d’amorosi sensi,
Celeste dote è negli umani; e spesso
Per lei si vive con l’amico estinto
E l’estinto con noi, se pia la terra
Che lo raccolse infante e lo nutriva,
Nel suo grembo materno ultimo asilo
Porgendo, sacre le reliquie renda
Dall’insultar de’ nembi e dal profano
Piede del vulgo, e serbi un sasso il nome,
E di fiori adorata arbore amica
Le ceneri di molli ombre consoli.
Sol chi non lascia eredità d’affetti
Poca gioia ha dell’urna; e se pur mira
Dopo l’esequie, errar vede il suo spirto
Fra ’l compianto de’ templi Acherontei,
O ricovrarsi sotto le grandi ale
Del perdono d’lddio: ma la sua polve
Lascia alle ortiche di deserta gleba
Ove nè donna innamorata preghi,
Nè passeggier solingo oda il sospiro
Che dal tumulo a noi manda Natura.
Pur nuova legge impone oggi i sepolcri,
Fuor de’ guardi pietosi, e il nome a’ morti
Contende. E senza tomba giace il tuo
Sacerdote, o Talia, che a te cantando
Nel suo povero tetto educò un lauro
Con lungo amore, e t’appendea corone;
E tu gli ornavi del tuo riso i canti
Che il lombardo pungean Sardanapalo,
Cui solo è dolce il muggito de’ buoi
Che dagli antri abduani e dal Ticino
Lo fan d’ozi beato e di vivande.
O bella Musa, ove sei tu? Non sento
Spirar l’ambrosia, indizio del tuo nume,
Fra queste piante ov’io siedo e sospiro
Il mio tetto materno. E tu venivi
E sorridevi a lui sotto quel tiglio
Ch’or con dimesse frondi va fremendo
Perchè non copre, o Dea, l’urna del vecchio,
Cui già di calma era cortese e d’ombre.
Forse tu fra plebei tumuli guardi
Vagolando, ove dorma il sacro capo
Del tuo Parini? A lui non ombre pose
Tra le sue mura la città, lasciva
D’evirati cantori allettatrice,
Non pietra, non parola; e forse l’ossa
Col mozzo capo gl’insanguina il ladro
Che lasciò sul patibolo i delitti.
Senti raspar fra le macerie e i bronchi
La derelitta cagna ramingando
Su le fosse e famelica ululando;
E uscir del teschio, ove fuggìa la Luna,
L’ùpupa, e svolazzar su per le croci
Sparse per la funerea campagna,
E l’immonda accusar col luttuoso
Singulto i rai di che son pie le stelle
Alle obblîate sepolture. Indarno
Sul tuo poeta, o Dea, preghi rugiade
Dalla squallida notte. Ahi! sugli estinti
Non sorge fiore ove non sia d’umane
Lodi onorato e d’amoroso pianto: [...]

 


Los sepulcros

(A Ippolito Pindemonte) [1]


Parte I


Con sombras de cipreses y en las urnas
consoladas por llanto, ¿es menos duro
el sueño de la muerte? Cuando el sol
para mí no fecunde más en tierra
su hermosa grey de hierbas y animales,
y entonces, cuando leves, con halagos,
no bailen para mí futuras horas,
ni de ti, dulce amigo, sienta el verso
ni la triste armonía que lo rige,
ni ya en mi corazón hable el espíritu
de las vírgenes musas y el Amor,
único numen de mi vida errante,
¿qué consuelo podrá dar una piedra
que me distinga de los infinitos
huesos que en tierra y mar siembra la muerte?
¡Es verdad, Pindemonte! La Esperanza,
última diosa, deja los sepulcros;
todo cubre el olvido con su noche;
y lo fatiga trabajosa fuerza
paso a paso; y al hombre, con sus tumbas
y los últimos rostros y vestigios
de la tierra y el cielo, muda el tiempo.
Pero… ¿por qué el mortal, antes de tiempo,
envidia la ilusión que, cuando muere,
lo sujeta a los límites de Dite? [2]
¿Quizá no vive incluso bajo tierra,
cuando no siente la armonía diurna,
si logra despertarla con amables
cuidados en la mente de los suyos?
Celeste es esta gran correspondencia,
celeste don humano; y a menudo
con el amigo muerto viven ellos
y el muerto con nosotros, si piadosa
la tierra que lo acoge y lo nutría,
dándole último asilo en su regazo
materno, guarda sus reliquias sacras
de la cruel intemperie y del profano
pie del vulgo, y un nombre está en la piedra,
y, con sus flores, árboles amigos
las cenizas consuelan con su sombra.
Solo quien no le deja afecto a nadie
goza poco en la urna; y cuando mira
sus exequias, ve cómo su alma yerra
entre el llanto en los templos de Aqueronte[3],
o se cobija tras las grandes alas
del divino perdón; pero su polvo
yace en ortigas de desierto suelo,
donde ni dama enamorada reza,
ni el peregrino escucha los suspiros
que nos manda del túmulo Natura.
Hoy nueva ley se impone a los sepulcros,
sin piadosas miradas, y a los muertos
roba el nombre. Y sin lápida, Talía,
yace tu sacerdote[4], cuyo canto,
con largo amor, bajo su pobre techo,
regó un laurel y te ofrendó coronas;
y con tu risa ornabas las canciones
que herían al lombardo Sardanápalo[5],
quien ama los mugidos de los bueyes[6]
que en las grutas abduanas[7] y el Ticino[8]
lo distraen con ocios y con viandas.
Oh, bella Musa, ¿dónde estás? No noto
que espire la ambrosía de tu numen
entre las plantas donde yo me siento
y añoro mi morada. Y tú venías
con tal de sonreírle bajo el tilo
que ya con sus caídas hojas tiembla.
Diosa, ¿por qué no cubres al anciano
que fue cubierto ya de calma y sombra?
¿Miras, entre los túmulos plebeyos
errante, dónde está la sacra testa
de tu Parini? Sombras no le pone
entre sus muros la ciudad, lasciva
de cantores eunucos seguidora[9],
ni piedra, ni inscripción; tal vez sus huesos
ensangrienta un ladrón decapitado
que dejó en el cadalso los delitos.
Oigo que raspa escombros y tocones
la abandonada perra, paseando
las fosas, con famélicos aullidos,
y del cráneo surge, tras la luna,
la abubilla, volando por las cruces
dispersas en la fúnebre campaña,
y maldice, con lóbrego lamento,
la luz que mandan, pías, las estrellas
a olvidados sepulcros. Diosa, en vano
para tu vate pides el rocío
de la escuálida noche. De los muertos
no surge flor a menos que la críen
humanas loas y amoroso llanto.

(Traducción propia)



Notas

1. Ippolito Pindemonte (Verona,1753 – íd., 1828) fue un escritor y traductor italiano cuya estética se sitúa en la transición del neoclasicismo al romanticismo. Ugo Foscolo mantuvo una larga amistad con Pindemonte y con él compartió la influencia del autor inglés Thomas Gray, cuyo poema Elegy written in a country churchyard (Elegía escrita en un cementerio de aldea) inspiró profundamente a los dos autores italianos. De hecho, hacia 1807 Pindemonte se encontraba escribiendo un poema titulado I cimiteri (Los cementerios), pero, cuando le llegó la noticia de que Foscolo iba a publicar su oda Los sepulcros, interrumpió su escritura. Como gesto de respeto y deferencia hacia su amigo, Foscolo menciona a Pin demonte en la dedicatoria de Los sepulcros. De cualquier forma, en 1808 Pindemonte publicó otro poema con el mismo título –I sepolcri–, en el cual trata el asunto de la muerte y los ritos funerarios en un tono más intimista que Foscolo, cuyo texto se plantea desde un punto de vista filosófico y civil.
2. Dite era un dios romano de ultratumba, cuyas funciones podrían equipararse a Hades en la mitología griega. Los “límites de Dite”, por lo tanto, aluden al inframundo en que, según las creencias grecorromanas, habitaban las almas de los muertos.
3. En la mitología grecorromana, el Aqueronte era un río del inframundo en que las almas de los muertos sufrían y lloraban por las malas acciones que habían cometido en vida.
4. El “sacerdote de Talía” al que Foscolo alude –y al que menciona expresamente unos versos más adelante– es el poeta italiano Giuseppe Parini (Bosisio, 1729 – Milán, 1799). En la mitología grecorromana, Talía es la musa de la comedia y la poesía bucólica, de modo que la referencia a Parini se enlaza con el gusto de este autor por la evocación de la naturaleza y la vida campestre en sus obras.
5. Alusión satírica a Napoleón Bonaparte, que había invadido Lombardía en la década de 1800, en el marco de las guerras napoleónicas. Desde la Antigüedad, la tradición considera a Sardanápalo (Asurbanipal, en babilonio) como ejemplo de rey entregado a una vida ociosa y disoluta, por lo cual Foscolo equipara a Bonaparte con esta figura para denigrarlo.
6. Quizá Foscolo no solo se refiere a los bueyes empleados para arar los campos, sino que también se burla sutilmente de los lombardos partidarios o colaboracionistas del imperio napoleónico, calificándolos de “bueyes” por su mansedumbre y sumisión a la potencia invasora.
7. Las “grutas abduanas” serían las cuevas de las que nacen las aguas del río Adda (“Abdua” en latín), el cual discurre por gran parte de la región de Lombardía.
8. El cantón del Tesino es una región situada en el sur de los Alpes y perteneciente en la actualidad a Suiza, la cual limita con la frontera norte de Italia. En la década de 1800, esta región también formaba parte del imperio napoleónico.
9. Foscolo lamenta que Milán, la ciudad en que Parini pasó gran parte de su vida y murió, no fuera capaz de erigir en su época ningún monumento dedicado a la memoria de este poeta y, por el contrario, dedicara toda su atención a aplaudir fervorosamente a los castrati, cantantes sometidos a la castración en su infancia para conservar la agudeza de sus voces infantiles y que gozaron de popularidad en el siglo XVIII, por el gran virtuosismo que alcanzaron algunos.

domingo, 1 de septiembre de 2024

La conquista de Perejil

El islote de Perejil. Fuente: Wikipedia

(Romance satírico sobre el incidente militar del islote Perejil, que se produjo entre España y Marruecos en 2002)

Al alba y con viento duro
de levante, según dijo,
con facundo y ampuloso
verbo, Federico Trillo,

nostálgico de batallas
en su cargo de ministro,
ya que las armas no prestan
lo que un asiento mullido,

salieron de sus cuarteles
helicópteros de brillo
marcial, surcando los aires
en buena tropa de cinco,

y aterrizaron, valientes,
en un islote maldito,
yermo que moros aviesos
reclaman para su avío,

como si, lejos de cacos,
en él hubiese escondido
sus riquezas y tesoros
Alí Babá con ahínco.

Las matas de perejiles
nacen de su feo risco;
nada posee su gruta
sino ratones y bichos.

Los pajarracos de lata
vomitaron, de improviso,
toda su fútil jauría
de españoles efectivos,

cuyas lenguas alertaban:
“¡Oíd, ocupas indignos!
¡Venimos a desahuciaros
del hispánico dominio!”

Viéndolos, entre bostezos,
les dijo un guarda morisco:
“No importan las amenazas,
pues no me iré de este sitio,

“donde no paso trabajos
y, de lunes a domingo,
se come sardina fresca
y a veces algún cabrito.

“Deponiendo los fusiles,
probad mis yerbas, amigos,
y hagamos todos las paces
con cigarros divertidos”.

Estudiaron tal oferta
los hispanos, indecisos,
pero un soldado chulesco
respondió, mal avenido:

“Yerba tenemos de sobra.
¿No sabes, tonto morillo,
que en ciertas operaciones,
pasados los decomisos,

“catan algunos agentes,
maestros en el oficio,
la gran hierba de Ketama
y otros manjares prohibidos?”

“En legales contrabandos,
la pasan de tapadillo,
para que gocen sus cuerpos
de todo lo intervenido”.

Tras arenga semejante,
los españoles, a gritos,
apuntaron sus fusiles
con ademán aguerrido,

y así los moros gendarmes,
dispersos y mal provistos
de municiones, quedaron
cercados en aquel sitio.

Los hispanos detuvieron
a sus pares enemigos,
que subieron, esposados,
a la proa de un barquillo;

navegaron hasta Ceuta,
llevándose los cautivos,
para darlos a la guardia
civil en un cuartelillo.

Su parte de guerra tiene
frases de cabo interino,
deslizando su nostalgia
de pretéritos indignos:

“Hoy, que los moros felones
de Perejil han caído,
las tropas han alcanzado
sus últimos objetivos”.

Poco después liquidaron
el sainete, sin castigo,
y a sus jefes marroquíes
los entregaron, cumplidos.

¡Tiemblen Cortés y Pizarro
con las proezas de Trillo!
¡Qué circo de valentía!
¡Qué derroche de heroísmo!

Las cabras de ese peñasco,
miedosas de tanto ruido,
se enloquecieron al punto
sobre el islote maldito:

las más hábiles de todas
hallaron algún cobijo,
retirándose en el borde
tenue de los precipicios;

otras al agua cayeron,
tirándose con ahínco,
y acabaron sus jornadas
en acuático suicidio;

pero las más infelices,
aplastadas ante el brío
de helicópteros audaces,
reventaron sobre el piso.

Las cabras que no murieron,
después del grave litigio,
se temían el retorno
de los primates malditos.

Haciendo su parlamento
sobre la cima del risco,
pensaron cómo zafarse
de ese caos imprevisto.

Y acordaron que debían,
con bélicos ejercicios,
copiarse de los humanos
en sus impulsos malignos.

Pero disentían, luego,
sobre el método más fino
para hacerse imitadores
de tales desaprensivos.

Y así pasaban las horas,
intercambiándose dichos,
hasta que en graves acentos
hablara un canoso chivo:

–“Si buscamos que nos vean
como primates indignos,
más pícaros y ladrones
que los monos berberiscos,

“hagamos con dos armadas
el contencioso caprino,
separándonos en greyes
de cristianos y moriscos,

“y veremos cómo luchan,
en pugilatos divinos,
el fantasma de Mahoma
con la quimera de Cristo,

“ya que los necios primates
inventan dioses y mitos
y así conceden, a gusto,
rienda suelta a sus cuchillos.

“Empecemos hoy la guerra
con dos clanes enemigos:
Perejil será teatro
de este baile de peligros;

“y al fin seremos las cabras
–émulas tontas de simios–
españolas o marruecas
en carnaval fronterizo”.

Salieron a acometerse
dos ejércitos de chivos,
golpeando sus cabezas
con sus cuernos retorcidos;

también se daban de coces
en sus pellejos caprinos,
de tal manera que muchos
tropezaban al descuido.

“¡Que Santiago Matamoros
confunda a los enemigos!”,
clamó un chivo que salía
con ardiente fanatismo.

“¡Que el gran Mahoma fulmine,
sin piedad, a los impíos!”,
vociferó, dando coces,
algún islámico chivo.

Fue cargándose el islote
de cabrones malheridos,
hasta que el chivo canoso
los abroncó, dando gritos:

“¡Frenemos esta locura!
¡Si de este modo seguimos,
no quedará ni una cabra
con aliento sobre el risco!”

Las cabras todas oyeron
sus alarmantes avisos
y, con gesto de vergüenza,
volvieron a sus caminos.

Y, mientras daban emplastos
de yerbas a sus heridos,
con lapidarios aplomos
alzó la voz un cabrito:

“Seamos bien de Marruecos
o bien de España, nacimos
en esta roca pelada
que forma nuestro dominio;

dejémonos de banderas,
de Mahomas y de Cristos
y, comiendo perejiles,
vivamos todos ahítos”.

Así terminó la guerra
de Perejil, con suspiros,
en trifulca de soldados
y matanza de caprinos.

Quedó la roca pelada,
yacente en sordo litigio,
propiedad indiscutible
de las cabras y los chivos.

lunes, 26 de agosto de 2024

Vida

Monumento al progreso (1922), grupo escultórico en mármol
de Miguel Ángel Trilles, incorporado al monumento a Alfonso XII
en el parque del Retiro (Madrid). Foto: Antonello Dellanotte (2018)

Cuando miro los cambios de la suerte,
mientras en lunas y batallas crezco,
de pánico sombrío me estremezco,
soñando con los ecos de la muerte.

Si el derroche de Baco me divierte
y a la magia de Venus pertenezco,
sobre mi carne frágil establezco
grandes pasiones para un alma fuerte.

Rehúyo de los mundos imprecisos,
infiernos, purgatorios, paraísos
o ruedas precedentes al nirvana.

Quiero un abrazo, un té y una caricia;
quiero pan, vino, rosas y justicia;
quiero una vida plácida y humana.

sábado, 24 de agosto de 2024

Escritores

Gallinas en un corral. Fuente: www.audacy.com

Asoman escritores a paladas
y, como dan la mano, se dan coces,
armados con bolígrafos atroces
a falta de pistolas y de espadas.

Conversan a temibles puñaladas
y son, apaleándose con roces,
plumíferos implumes cuyas voces
aterran a las aves emplumadas.

Habrá, seguro, quien el santo cielo
se gane, soportando su revuelo
como necio combate de gallinas.

De tan viles, gritones y enojosos,
de tan fieros, altivos y ruidosos,
ni Satán los admite en sus cocinas.

viernes, 23 de agosto de 2024

Diálogo del espejo

La reproducción prohibida (1937). Óleo sobre lienzo de René Magritte.
Museo Boijmans Van Beuningen (Rotterdam).

YO.—Dime qué soy, espejo.
ESPEJO.—                          Solamente
relámpago de luces apagadas,
un tránsito veloz entre dos nadas
que no percibe el cosmos, indolente.

YO.—¿No soy, espejo, nada más?
ESPEJO.—                                    Detente
y escúchame: tus horas, conjuradas,
hacen de las futuras y pasadas
el espacio brumoso del presente.

YO.—¿Soy, tal vez, una copia de los otros,
de los que giran, como raudos potros,
en la arena del tiempo sin descanso?

ESPEJO.—Mira tus ojos y tus labios calla,
pues, en la travesía, Cronos halla
mi azogue como insólito remanso.

miércoles, 14 de agosto de 2024

Confesión

Alegoría de la vanidad (1632-1636), óleo sobre lienzo de Antonio de Pereda.
Museo de Historia del Arte de Viena.

Nada teme ni espera mi cuidado
sobre el futuro de mis poesías;
yo no cultivo modas o manías
de este siglo confuso y agitado.

Los críticos rebosan el mercado,
con su vano pregón de mercancías;
yo, descarte de mil antologías,
ahondo mi camino soterrado.

Sea bien diferente mi alborozo,
diferente mi búsqueda: algún trozo
de sol que va al oeste, rojo y terso,

mientras, en mi calígine, desgrano
la débil fortaleza de lo humano
con la música limpia de mi verso.

domingo, 14 de julio de 2024

Phenex

El demonio goético Phenex. Fuente: Wikipedia

Suave demonio, fénix de la sombra,
tú desnudas la arcana poesía,
música de los ángeles que nombra
Dios, entre nubes, como luz impía.

Tu voz de niño frágil e inocente
suspende y arrebata los oídos,
pues ella surge, como clara fuente,
de lugares ocultos y prohibidos.

Que nadie escuche tu razón canora
los magos aconsejan, con audacia,
pero, cuando tu leve pico llora,
¿quién sabe sustraerse de tu gracia?

¿Qué no saben tus alas tutelares,
doradas con fulgores de tinieblas?
¿Qué no saben tus ojos, luminares
de los avernos cuya noche pueblas?

Y, cuando pasen mil doscientos años,
piensas que volverás al paraíso,
pero Saturno cría desengaños
con el hacha del tiempo manumiso.

Quizás un ángel guarda tu horizonte,
soleando tus lóbregos conjuros,
ya que Dios, enigmático y bifronte,
reúne bien y mal en claroscuros.

A cada invocación, resurges pleno,
quemando tu santuario de cenizas,
aleteas, indómito y sereno,
y a todos entre músicas hechizas.

Tú llamas al poeta, generoso,
le entregas los tesoros del abismo
y al eco de Satán, escandaloso,
coronas de virtud su malditismo.

Sobre el oscuro limo del pecado,
se ven colores del ausente cielo,
cuando tú lloras, ángel deportado,
soñando tu retorno sin consuelo.

Y ofreces tu divino testimonio,
pues el oído sabe, si te escucha,
que Dios, en fin, es ángel y demonio,
casamiento de espíritus en lucha.