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viernes, 5 de julio de 2024

Magdala

Noli me tangere. Óleo sobre lienzo de Correggio (1525)

Aún sueño tu carne temblorosa,
Jesús de Nazaret, en esas noches
en las que yo te di comida y cama,
tras las horas de prédicas audaces.
Aún sueño tu piel morena y tersa,
tus jóvenes y firmes pectorales,
y el ímpetu celeste de tus brazos,
que me incendiaba toda con el fuego
del paraíso. Ni el famoso carro
de Elías, el profeta nunca muerto,
subió tan lejos como yo contigo.

Mujer en los confines del imperio,
sometida a judíos y romanos,
yo nunca imaginé que el mundo fuera
tan hermoso, tan diáfano, tan suave
como cuando tú y yo nos conocimos.
Antes de conocerte, yo pensaba
que solo me daría mi destino
mal casamiento o soledad oscura.
Pero un día pisaste, luminoso,
las calles polvorientas de Magdala
y escuché tu mensaje. Desde entonces,
amé tu corazón, amé tu cuerpo
sin reserva, sin miedo ni mentiras.
Y no busqué marido ya ni amante
sino tú, nazareno, dios oculto,
milagro cuya piel rozó la mía.

Me dieron la noticia de tu muerte
y a los tres días, cerca de la tumba,
te vi resucitado. No sabría
si fue verdad o sueño. Vi tu rostro
fulgurante, blanquísimo, sereno.
Dicen que luego te elevaste, a solas,
hasta los brazos del eterno padre.
No lo sé. Yo te sigo deseando,
como los días claros de Magdala,
y anhelo tus caricias, en la sombra,
y a veces me pregunto si deseo
más al hombre que al dios. ¿He preferido
la tensión de la carne y sus demonios
a la angélica miel de tus palabras?
El viento del espíritu sagrado,
que sopla donde quiere, da su gracia
también a la sustancia de los cuerpos
y al roce de los átomos casuales,
única danza del inerte cosmos.

Después vendrán teólogos, doctores
de la iglesia, sofistas elocuentes,
y escribirán a su interés mi historia,
sin ecos de las íntimas caricias
que nos dimos al pie de las estrellas.
Entonces yo, María de Magdala,
me llamaré la puta arrepentida,
la pecadora ilustre. Jamás nadie
conocerá mis días como fueron,
pues en la historia, coto de varones,
desaparecerá mi testimonio,
mi lengua de maestra silenciada,
mi cuerpo de mujer, al fin y al cabo.

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