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martes, 26 de abril de 2022

La estatua desolada

Restos de una estatua del faraón egipcio Ramsés II,
situada en el templo de Luxor (Egipto). Fuente: Grace on Pace

(Fantasía sobre el poema Ozymandias, de Percy Bysshe Shelley)

En África yo seguía
los pasos de caravanas,
conociendo los enclaves
que no recogen los mapas.

Hallé en los desiertos una
gran estatua desolada,
como ciego vigilante
de la infinitud arcana.

Su porte me estremecía,
su figura me pasmaba,
mientras un sol de escorpiones
hería mi frente blanca.

Al empuje del siroco,
largas dunas enterraban
ese monumento osado
con su arenosa mortaja.

Desde la noche del tiempo,
su imagen se perfilaba,
con soledad imperiosa,
como sombra de fantasma.

Sus piernas aparecían
sin el torso que fundaban,
colosales como tallos
de palmeras africanas.

Desmintiendo la soberbia
de su roca mutilada,
sobre sus pies emergía
la cabeza de un monarca.

Y en silencio, con angustia,
sus ojos me confesaban
cómo lloran las grandezas
en la desértica nada.

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