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Castaños en Cervantes, Lugo.
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Bajo los grandes álamos, un ciervo
camina hacia las márgenes del río.
Apenas hace ruido. Sólo algunas
hojas caídas crujen débilmente.
El sol, naranja abierta del ocaso,
acaricia su lomo. Bebe el ciervo
la undosa cabellera de las aguas.
Y yo, mientras lo miro, deslumbrado,
estoy bebiendo a sorbos el olvido,
quedándome vacío de tinieblas,
llenándome de fúlgida inocencia.
camina hacia las márgenes del río.
Apenas hace ruido. Sólo algunas
hojas caídas crujen débilmente.
El sol, naranja abierta del ocaso,
acaricia su lomo. Bebe el ciervo
la undosa cabellera de las aguas.
Y yo, mientras lo miro, deslumbrado,
estoy bebiendo a sorbos el olvido,
quedándome vacío de tinieblas,
llenándome de fúlgida inocencia.
4 comentarios:
Me alegro que ya no estés entre tinieblas jajaja y que estés vacio de ellas y lleno de vida.
Un saludo y felíz verano
Fandestéphane:
Hablo de unas tinieblas metafóricas, por supuesto. Es un poema bastante influido por la idea rousseauniana de que sólo en el regreso a la naturaleza se encuentra la inocencia.
Gracias por seguirme leyendo. Que tengas, igualmente, un feliz verano. Saludos.
Me ha gustado mucho esa imagen bucólica del poema.
¡Ay, si fuera posible beber, al menos temporalmente, del olvido y regresar a la naturaleza y su acomodo sencillo y poder vestirse de y con ella. Sin más artificios.
Es un placer seguir leyéndole, Ramiro.
Un abrazo,
Freia:
Ojalá sea posible... El hombre contemporáneo, hijo de una época difícil cuyo espíritu consiste en el triunfo de lo mediocre y lo banal en casi todos los ámbitos de la vida, necesita volver, inevitablemente, sus ojos a lo natural para redescubrir la verdadera belleza.
Gracias, Freia, por tu lectura. Un abrazo.
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