Han muerto, bajo cargas policiales,
treinta y siete migrantes africanos,
pasando las murallas criminales
que forjan los poderes inhumanos.
Aquí la humanidad, indiferente,
solo piensa tomarse vacaciones;
allí la sometieron, sordamente,
bajo peso de balas y cañones.
El África padece tiranía,
pero ya duele más la hipocresía
de la infeliz y decadente Europa:
borracha de su gran capitalismo,
luciendo su corona de egoísmo,
llena de sangre su lujosa copa.
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