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martes, 28 de septiembre de 2021

Apología de los perfumes

Afiche para promocionar el lanzador de perfume Rodo (1896). Alphonse Mucha. Fuente: Wikipedia

Mortificarás el olfato huyendo de vanos olores, como son esencias, pastillas, bálsamos, aguas de olor, etc., porque quien usa esas cosas, propias de afeminados, indica ser persona sensual. Que a Dios, como a Supremo Señor, se le honre con incienso y otras cosas aromáticas es muy conforme a razón, pero que las use un mortal, que en breve ha de ser pasto de gusanos, fétido, asqueroso y abominable, es reprensible hasta lo sumo.

(San Antonio María Claret, Camino recto y seguro para llegar al cielo)


Si es pecado mortal de vanidoso
que rocen los perfumes, con su aliento,
la carne humana, pues en duro foso
rendirá a los gusanos alimento,

yo pecaré sin límite, gustoso,
pues, ¿de qué valen humos de convento,
los inciensos y mirras del piadoso
que suben, aromáticos, al viento?

¿Los perfumes no guardan los despojos
de reyes y prelados vaticanos,
para que goce el mundo, con sus ojos,

un fasto de cadáveres lozanos?
¿Y qué le importa a Dios, en sus enojos,
que huelan a perfume los gusanos?

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