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sábado, 29 de agosto de 2020

La Muerte

Figura de la Muerte en una antigua baraja de tarot italiana. Fuente: Pinterest

La muerte, delicada,
va segando cabezas, pies y manos
de los pobres humanos,
cuando crece la noche desolada,
cuando su tenue sombra
pisa la muda alfombra
que decora la casa del banquero,
como la humilde casa del obrero;
y en las camas de fríos hospitales
cosecha sin trabajo
presidentes, validos, cardenales,
quema las esperanzas y los miedos
y consume fortunas a destajo,
como sus blancos dedos
toman los ojos del mendigo inerme,
que se muere de frío mientras duerme.

Su grácil esqueleto,
depositario de su gran secreto,
dilatando su baile tenebroso
bajo negra intemperie,
desde el arcano trece de la serie
del tarot, nos indica, sigiloso,
que nada permanece en este mundo,
que el misterio profundo
que rige la materia, con sus normas,
dispuso innumerables mutaciones
para todas las formas
de lo real, orgánicas e inertes,
marcando sus eternas rotaciones
con las vidas que nacen de sus muertes.

Nadie lea presagios de su tumba
ni de fatalidad inesperada
si aparece la muerte en la tirada:
lo muerto se derrumba,
como frágil escombro,
con los gritos del miedo y el asombro,
para que surja luego
la vida, como un pájaro de fuego,
desde un lecho de fría pesadumbre,
y alcance, con sus alas eminentes,
la solitaria cumbre
donde gritan los dioses con el trueno;
para que los asfódelos durmientes
alumbren sus corolas en el cieno,
como pálidas huellas,
y anuncien que lo muerto resucita
de su noche infinita,
sembrando los caminos con estrellas.

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