Las gotas de la lluvia, delicadas,
emborronan las formas de la calle.
Detrás de una ventana, silencioso,
un hombre solitario se consume,
acariciando un piano.
Su gesto me insinúa
que toca alguna música doliente,
desde la ignota sima
de su recogimiento,
con la desolación de los hundidos.
¿Quién sabe lo que dice? ¿Quién escucha
su lamento vacío de palabras?
Seguramente nadie, salvo él mismo.
Desde su habitación, angosto mundo,
se está quejando a todo el universo
de soledad y frío.
Su ventana cerrada no trasluce
la música del piano, pero solo
necesito mirarlo desde lejos,
desde la calle fría,
para sumarme ahora a su lamento.
Wilhelm Friedemann Bach: Polonesa en mi menor. Robert Hill, fortepiano.
6 comentarios:
Interesante y degustable poética.
Persevera.
Saludos :)
Delicado y hermoso, como siempre.
Un abrazo, Ramiro
Una bella -pese a su tristeza- instantánea.
Saludo
Jorge:
Me alegro de que mi poética te resulte interesante.
Un saludo, y sé bienvenido a este blog.
Freia:
Como siempre, me alegro de que este poema te haya gustado.
Un abrazo.
Ramón:
Sin duda, es un poema triste, pues expresa cómo se puede llegar a reconocer la propia soledad en la de otro.
Gracias por tu comentario. Un saludo, y sé bienvenido a este blog.
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