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jueves, 5 de abril de 2012

Náufragos inermes

***
Salimos a la calle,
siguiendo con el paso
la trama lineal de las ciudades,
cuadrícula severa
donde las rosas crecen vigiladas,
en el angosto marco de una celda.
Tornados en sonámbulos ausentes,
nos guiamos de puntos cardinales:
el trabajo, el consumo.
Los fieles de los dioses
vertían libaciones en altares,
rogándoles ayuda;
nosotros, los modernos,
vaciamos las almas de inquietudes
en la televisión y sus rumores.
Los fines de semana descendemos
a los hondos tugurios de la noche,
donde fuentes de luces ilusorias
y escándalo incesante nos aturden.
Allí, bailando solos
entre desconocidos, olvidamos
el milagro del verbo,
la comunicación de los amigos.
Huimos de la calma y el silencio,
de los únicos dones que revelan
el fondo de las cosas.

Los amos de la muerte
nos traducen a números bancarios.
Unas veces, anotan los ingresos
que reunimos con áspera fatiga;
otras veces, con manos inmutables,
anotan solo deudas angustiosas.
Erramos en la nítida mañana
con los ojos vendados;
como lobos enfermos,
nos eludimos unos a los otros
o nos damos hirientes mordeduras.
Esclavos de una sed ilimitada,
nos abatimos unos a los otros;
abriéndonos la frente,
rodamos hacia abajo
sobre las escaleras de la vida.
Carece de sentido lo que somos:
apenas unos náufragos inermes
en el hostil océano del mundo.


The National: Fake Empire.

2 comentarios:

Juan Dica 1946 dijo...

Huimos de la calma y el silencio,
de los únicos dones que revelan
el fondo de las cosas.

Ramiro.Que verdad! Sin ellos, el poeta no trasciende a las cosas y los hechos.
Un abrazo. Juan.

Ramiro Rosón dijo...

Juan, creo que la calma y el silencio resultan indispensables para el pensamiento poético, pues sin ellos el poeta no puede conocer el mundo ni conocerse a sí mismo. Un abrazo.