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viernes, 19 de agosto de 2011

Los vencejos (II)

***
(Variación sobre un viejo tema)

Sobre los arcos de hormigón del puente,
sobre la gran fisura del barranco,
planean, alocados, los vencejos.
Dominan el vacío dando vueltas,
sorteando los duros armazones
que los hombres erigen:
los altos edificios,
los cables y señales del tranvía,
las delgadas farolas.
Sus aladas siluetas me conmueven
en el final inmenso de la tarde,
bajo nubes de sangre incandescente.

Igual que los vencejos,
vivimos suspendidos en el aire
de las incertidumbres,
volando con la trágica belleza
de sus alas agudas como filos.
Igual que los vencejos, inestables,
dibujamos ascensos y caídas
entre el cielo y la tierra;
dibujamos estelas invisibles
entre el domo de luz de las alturas
y el umbrío silencio de un abismo.

7 comentarios:

Freia dijo...

¡Qué hermoso, Ramiro!

Brenda Castillo dijo...

Hermosas palabras, simplemente: fascinante; te sentí en cada una de ellas.

Buenas letras
¡Saludos!

Brenda Ladurie

Ramiro Rosón dijo...

Freia:

Me alegro de que te haya parecido hermoso este poema. Gracias por visitarme. Un abrazo.

Ramiro Rosón dijo...

Brenda:

Me alegro de que este poema te guste. Espero que te haya comunicado las mismas emociones que yo quise reflejar en él: la admiración por la belleza del mundo natural, siempre rediviva, y la conciencia de la fragilidad del ser humano, que convierte su vida en una permanente oscilación entre el dolor y la dicha, al igual que los vencejos oscilan entre las nubes y la tierra en su vuelo. Gracias por tu comentario, y sé bienvenida a este blog.

Rafael-José Díaz dijo...

Amigo Ramiro: enhorabuena por estos nuevos vencejos. Creo que en los dos años que median del primer al segundo poema has alcanzado grados importantes de madurez (madurez personal y madurez expresiva) que se perciben en este segundo poema. Aquí los vencejos perforan vías de exploración en el espacio invisible de la existencia, vías por las que las palabras pueden preguntar por la fragilidad, por la duración, por la inconsistencia y por el tiempo. Estos vasos comunicantes entre lo exterior y lo interior son, creo, el secreto de una madurez que celebro. Y no me enrollo más. Te mando un fuerte abrazo. Rafael.

Ramiro Rosón dijo...

Rafael:

Celebro que este segundo poema te merezca tan buena consideración. Seguir el camino hacia la madurez, no solo poética, sino también personal, requiere tenacidad y esfuerzo; por ello tus generosas palabras me resultan muy alentadoras. Coincido contigo en tu opinión sobre cuál debe ser la tarea del poeta: intentar que el espíritu, el espacio invisible de la existencia, se manifieste a través del lenguaje. Esos vencejos, imágenes extraídas de la vida cotidiana, son espejos donde podemos reconocer la fragilidad de la condición humana. Como decía Novalis, creo que el poeta debería “dar a lo cotidiano un sentido elevado, a lo conocido la dignidad de lo desconocido, a lo finito el brillo de lo infinito”. Muchas gracias por tu comentario, y disculpa mi tardanza en responderlo. Un abrazo muy fuerte.

Ramiro Rosón dijo...

Daniel:

Me alegro de que te haya gustado este poema. Gracias por hacerte seguidor de este blog. Echaré una ojeada al tuyo.

Un saludo.