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sábado, 24 de octubre de 2009

Concierto

Acudo a un concierto de música antigua en La Laguna, en la ermita de san Miguel. Esta vez, el programa está dedicado a la viola da gamba, ese instrumento antiguo y fascinante. El músico sube al escenario y toca una pieza de un compositor francés, cuyo nombre no recuerdo, que hasta ahora desconocía. Luego, toca una suite de Sainte–Colombe, ese misterioso personaje del siglo diecisiete, del que ni siquiera conocemos su nombre con certeza (se supone que se llamaba Jean). La música para viola da gamba rezuma una insólita poesía, una misteriosa belleza. La viola, en el centro del escenario, irradia sonidos hacia el auditorio, como una fuente de resonancias insondables. Ora canta jubilosa; ora medita sosegada; ora se queja con lastimeros acentos. No en vano se decía en Francia, en los siglos diecisiete y dieciocho, que la viola da gamba era el instrumento que mejor imitaba la voz humana. Y es que su grave acento melodioso recuerda, en cierto modo, a una voz de barítono o de bajo, como si los compositores que en su día escribieron estas piezas siguieran hablándonos a través de ese instrumento.

El músico hace una pausa y comenta al público que los maestros franceses de la viola tenían como ideal el sonido de la campana, la vibración del golpeado bronce, que intentaban imitar en sus obras. También nos comenta que en los siglos diecisiete y dieciocho era habitual componer unas piezas llamadas tombeaux, que en francés quiere decir túmulos o tumbas. Estas piezas servían de elegía y homenaje a un difunto, mas también pretendían, en cierto modo, reflejar el espíritu del fallecido, ser un receptáculo de su memoria. Pienso, entonces, en la música como vaso del alma, como un ánfora donde ésta se encierra. El Tombeau pour Monsieur de Sainte–Colombe le père (Túmulo para Monsieur de Sainte–Colombe padre), obra de Monsieur de Sainte–Colombe le fils (es decir, el hijo de Sainte Colombe le père), es una pieza conmovedora. La viola, en sus lamentos desgarradores, alcanza agudos que hieren las fibras del alma. En otros pasajes, se abisma en insondables meditaciones sobre la vida y la muerte. Esta música es una verdadera lección sobre el dolor y la fragilidad humana. Finalmente, el concierto se cierra con dos piezas que imitan el sonido de las campanas, algo menos fúnebres que la pieza anterior, mas transidas por una densa melancolía. Al salir de la ermita, siento el frío de la noche en mi rostro. Algunas estrellas albas parpadean en lo alto, sobre los laureles de Indias y la fuente marmórea de la plaza del Adelantado.

2 comentarios:

ana dijo...

La música como lección sobre el dolor y la fragilidad humana... la música como vaso del alma.

Ahí está un Todo.

Es emocionante el sonido de una viola de gamba. Yo no las conocía, y este verano tuve el gran privilegio de oír su melodía, aquello intangible que su sonido sostiene... emocionante.

Y uno al terminar, camina absorto, pensando en esos sonidos y su alma, envuelto por ellos.



http://www.youtube.com/watch?v=pnriefsHKsQ

Ramiro Rosón dijo...

A mí también me resultó fascinante el sonido de la viola “da gamba” cuando, sobre los quince años, comencé a acudir a conciertos de música antigua y la escuché por vez primera. Desde entonces, la música antigua se convirtió para mí en una pasión, en un mundo sonoro cuya majestad y hermosura no cesan de conmoverme. Y me sucede lo mismo que a ti cuando escucho piezas escritas para viola “da gamba”. Una vez que el músico ha levantado el arco de las cuerdas y se ha hecho el silencio, sigo meditando sobre la música, pues la voz de ese instrumento es tan honda que, aun cuando ya se ha apagado, sus ecos resuenan en la mente de quien la escucha.

He visto el vídeo cuyo enlace me has dejado en tu comentario. Quizás la misteriosa fuerza de la música de Sainte–Colombe proviene de un afán de unirse a lo trascendente, al igual que en la película “Todas las mañanas del mundo” el mismo compositor tocaba la viola para, de alguna manera, ponerse en contacto con su difunta esposa, o al menos para evocarla.

Un abrazo, Ana.

P.S.: Si quieres profundizar más en la música para viola “da gamba”, te recomiendo que busques piezas de Carl Friedrich Abel, el último compositor que escribió para este instrumento.