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domingo, 30 de agosto de 2009

A Jesús crucificado

Cristo crucificado, de Francisco de Goya. Óleo sobre lienzo (1780).

Amante universal, que a todos amas,
hoy mis desolaciones te confieso.
En tu grave presencia, me embeleso,
mientras en tu silencio, mudo, clamas.

Incéndiame en la hondura de tus llamas
y acabaré de tal incendio preso.
Ahora que tus pies y manos beso,
anégame en la sangre que derramas.

Bajo tu soledad conmovedora,
descanso, como laso caminante
que en la sombra de un árbol se demora.

Bajo tu amor, universal amante,
alcanzaré las luces de la aurora,
la diáfana pureza del diamante.

10 comentarios:

Emetorr1714 dijo...

Un bello soneto Ramiro, un canto, un llanto, una oración hermosa... "mis desolaciones te confieso"... a veces quisiera tener fé suficiente para poder confesar a "alguien" mis aflicciones, mi destruccióm, mi angustia, como tú lo haces.

Todos tenemos nuestro interior que a veces nadie sabe ver y engaña, pero tú no me das esa imagen de desolación, al contrario.

Un abrazo

Ramiro Rosón dijo...

Fandestéphane:

Este soneto es la llamada a Cristo de un hombre que ha perdido su fe y desea recobrarla. La fe es una emoción íntima y personal, que puede coincidir o no con las creencias de la religión organizada. Las “desolaciones” son las ideas que pueden asaltar a un hombre debido a la pérdida lastimosa de su fe, como la visión de la vida humana como una deriva trágica y azarosa, carente de sentido, o la consideración de que tras la muerte sólo nos esperan las sombras de la nada. No hablo de quienes se sienten cómodos con la negación de Dios, opinión tan merecedora de respeto como las demás, sino del hombre que ha perdido su fe y no se siente más libre ni más feliz, sino más vacío, aunque no le invada remordimiento alguno por el abandono de su fe. Se esfuerza en colmar su vacío de diversos modos, pero ese vacío permanece, como una oquedad inmensa y oscura, como una pregunta suspendida en el aire, a la que ese hombre no ha respondido todavía. Entonces, su alma se queja, desorientada en su noche oscura, como en la primera estrofa del “Cántico espiritual” de san Juan de la Cruz:

“¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y ya eras ido.”

La confesión (y no me refiero sólo a las oraciones que sirven al hombre de confesión ante Dios o al sacramento de la Penitencia, sino también a las confidencias que se dan entre dos personas cualesquiera) es una llamada de socorro: necesitamos que alguien nos escuche para sentirnos confortados. Pero también es un acto de valentía: nos atrevemos a decir la verdad, abriendo nuestra intimidad a quien nos escucha. Para ello, se necesita confianza en quien nos escucha. ¿Y qué es la fe, sino una variante de la confianza?

Me alegro mucho de que este soneto te haya gustado. Un abrazo.

Marisa Peña dijo...

Estimado ramiro gracias por invvitarme.Ya te he enviado un comentario pero creo que se ha perdido.Te decía que ya te había visitado y que me habían impresionado gratamente tus textos.Buena literatura y una magnífica proyección futura.Te felicito y espero que sigamos leyéndonos y compartiendo, en ese lugar de encuentro que es siempre la poesía.Un abrazo.

Ramiro Rosón dijo...

Mil gracias, Marisa. Como bien dices, la poesía es un lugar de encuentro, pues habla de las cuestiones esenciales de la vida, como el amor, los estados del ánimo, la naturaleza o el paso del tiempo, que nos interesan a todos, y reúne a los lectores en torno de unos versos. Te seguiré leyendo.

Vuelve por aquí cuando quieras. Un abrazo.

Blanca Andreu dijo...

Ramiro: yo, como Marisa, vengo invitada. Hasta ahora sólo he visto la foto de bienvenida-preciosa-y el soneto, que como tal soneto es perfecto y muy bello, la verdad. Aunque yo sea más machadiana que otra cosa ( "Oh, no eres tú mi cantar/ no puedo cantar ni quiero/ a ese Jesús del madero/ sino al que anduvo en la mar " )quería decírtelo antes de continuar investigando las maravillas de tu blog. Gracias mil por tu invitación.

Ramiro Rosón dijo...

Blanca, mil gracias a ti por visitarme. Elegí la foto de una gaviota que planea a solas para la cabecera de este blog, ya que me recuerda la historia de Juan Salvador Gaviota, el pájaro rebelde que no quería volar con su bandada, sino seguir su propio camino. En fin, viene a ser un símbolo de la libertad. En Tenerife, suelen verse a menudo gaviotas solitarias, que sobrevuelan airosas las playas salvajes y recoletas.

Me alegro mucho de que te haya gustado este soneto y de que mi invitación haya merecido la pena. Estos versos tienen, como habrás notado, una fuerte influencia clásica. Los poetas de los siglos dieciséis y diecisiete, toda esa constelación de autores que va de Boscán a Calderón de la Barca, fueron mis primeras lecturas poéticas y me marcaron hondamente.

Un abrazo.

Unknown dijo...

Hola Ramiro, yo creo que tu poema, escrito en la tradición de la poesía del siglo de Oro español, está muy bien. Sin embargo, también quisiera puntualizar que lo considero un mero ejercicio de estilo, pues para mí la poesía tiene que estar más allá de las confesiones establecidas y más allá de las formas métricas ya existentes. El poeta es un creador y, como tal, debe crear su propio mundo que sólo le pertenece a él pero que, y esto es el milagro de la poesía, va a compartir con sus lectores en un ejercicio de simbiosis. Tienes que ser valiente y alejarte de todo lo convencional para llegar a alcanzar tu propio mundo. Un saludo. Alicia.

Ramiro Rosón dijo...

Alicia:

Como ya dije en uno de los comentarios anteriores, la fe es una emoción íntima y personal, que puede o no coincidir con las creencias de la religión organizada. Tanto la fe como la ausencia de fe son asuntos que conciernen sólo al individuo, al santuario de la conciencia de cada uno. En este sentido, tengo la impresión de que la fe, cuando es sincera, respeta los derechos de los demás y se asume libremente, puede sostenerse incluso fuera de la religión organizada. Si se dan esas tres condiciones, ya no pertenece necesariamente a un clero, sino sólo al individuo; nadie podrá arrebatársela a éste, sino sólo él mismo. Y si el poeta se siente movido por sus impulsos interiores a escribir sobre la fe, puede y debe hacerlo. Muy absurdo y tiránico sería que se viera obligado a callar sus emociones en nombre de los gustos dominantes en un periodo histórico, que enseguida cambian, como todos los gustos y las modas. Por otro lado, creo que la renuncia al legado cultural del cristianismo, que ya sobrepasa los dos milenios, sería empobrecedora. Como todos sabemos, el cristianismo ha caído en grandes errores, pero también ha tenido grandes aciertos y nos ha regalado un inmenso caudal de obras artísticas y literarias.

Inevitablemente, el poeta viene precedido por una tradición, por una historia. Como bien dices, debe crear su propio mundo. Sin embargo, ese mundo siempre se forma ligado, en mayor o menor medida, a la tradición que lo precede. La historia del arte es una lucha continua entre lo viejo y lo nuevo, que se resuelve en una combinación de ambos elementos. Si el poeta pudiera crear una obra absolutamente original, es decir, que no guardase ninguna relación con las obras precedentes, aquélla sería incomprensible para sus lectores, que se verían sin referencias para leerla, para interpretar su significado.

Por otro lado, el concepto de “ejercicio de estilo” me parece muy relativo. ¿Hay alguna obra artística o literaria que no sea la expresión de un estilo? Todas las obras están impregnadas de uno determinado. Y, de vez en cuando, no viene mal un retorno a los clásicos. Recuerdo haber leído, cierta vez, una frase de Giuseppe Verdi: “Torniamo all’antico, sarà un progresso” (“volvamos a lo antiguo; será un progreso”). El arte se remoza no sólo con las innovaciones, sino también bebiendo de la tradición. Por ello, me gusta retornar, de vez en cuando, a las fuentes del Siglo de Oro, pues intuyo que en los clásicos de ese periodo siempre hay una lección valiosa, que no merece la pena dejar hundirse en el olvido. Así resume esta idea una máxima de Juan Ramón Jiménez: “Actual; es decir, clásico; es decir, eterno”.

Un saludo.

ONDA dijo...

Quizá pienses en esa perdida de fe, y tengas mucha querido amigo.
Sólo los humildes en ocasiones aciertan.

Muy emotivos tus versos.

Ramiro Rosón dijo...

Uno siente fe y dudas a la vez, pero busca razones para seguir creyendo. Salvo en el caso de los que tienen una fe muy sólida, casi podría decirse que la duda es compañera de la fe. Hemos de acercarnos al misterio de Dios con humildad, reconociendo nuestra inmensa ignorancia.

Muchas gracias por visitarme de nuevo. Me alegra que te haya gustado este soneto. Un abrazo.