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miércoles, 22 de julio de 2009

Una ceiba


En los jardines,
ante un muro, se yergue
la centenaria ceiba,
sosteniendo sus ramas,
torcidas y frondosas,
como brazos enormes.
Como una diosa madre,
bonancible, me ofrenda
su acogedora sombra,
su calma inalterada.
Y son mis pensamientos
sus innúmeras hojas,
donde reluce un sol de mediodía.

Ojalá mis canciones
tuviesen la frescura
de sus grandiosas ramas,
la sólida firmeza
de sus hondas raíces.

(Parque Viera y Clavijo, Santa Cruz de Tenerife)

6 comentarios:

Antonio Azuaga dijo...

Hermosos poemas, Ramiro, en que la mirada exterior llega a la palabra y por ella alcanza hondas evocaciones íntimas. Un bello, blog. Enhorabuena.

Un saludo.

Ramiro Rosón dijo...

En mis poemas, sobre todo en los que el paisaje aparece como tema principal, a menudo intento alcanzar lo íntimo a través de lo externo, la esencia de las cosas a través de su forma. Cada día me esfuerzo más en ser un buen contemplador de la vida, en hallar el alma de la naturaleza con mis ojos.

Bienvenido, Antonio, y muchas gracias por tu visita y tu comentario.

Antonio Azuaga dijo...

Pues ser un "buen contemplador" es tarea esencialmente nuestra: somos espectadores imprescindibles para que el espectáculo de la realidad tenga sentido. Estás perfectamente orientado en tu "esfuerzo".

Un saludo, y me reafirmo en lo dicho.

Ramiro Rosón dijo...

Tienes mucha razón en lo que dices. El trabajo del poeta es desvelar el sentido último de la realidad, poniéndose frente a ella, lanzando una mirada virgen y sincera sobre el mundo. La buena poesía nos ofrece una visión original del mundo, en el sentido de que esta visión no es preconcebida, sino que refleja las tensiones más hondas del alma de quien la escribe. Es una clara afirmación del ser humano ante un mundo que a menudo quiere robarle la conciencia de su individualidad, de su carácter único e irrepetible. Y algunos, cuando hablan de la inutilidad de la poesía, en el fondo no saben lo que dicen.

Muchas gracias de nuevo, Antonio. Saludos cordiales.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Estupendos los cinco últimos versos.

Ramiro Rosón dijo...

Esos cinco versos resumen una aspiración: el anhelo de todo escritor de que su poesía fuera espontánea, sólida y perdurable, como la ceiba; como los árboles grandes, ancianos y bien arraigados en el suelo.

Muchas gracias, Jesús, por tu comentario, y bienvenido a este blog. Un abrazo.